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domingo, 25 de diciembre de 2011

Spotify y su circunstancia

Hace ya mucho tiempo que disfruto del servicio de Spotify. Para el que no lo sepa es un programa que se descarga y puedes acceder a un inmenso banco de música grabada. Discos de todos los estilos musicales. Al principio tenía la opción gratuita con publicidad. Después ya pasé a la versión Premium que es de pago (10 € al mes). Esta opción aumenta la calidad de sonido y permite almacenar música sin límite en tu ordenador u smartphone sin estar conectado.

Comentaba yo el otro día con un amigo las bondades de este programa cuando me dijo que se podía acceder a otros similares que te ofrecen algo parecido gratuitamente. ¿Para qué pagar cuando puedes tener lo mismo gratis? Esta es la pregunta clave y es la que quiero contestar.

Este es un asunto muy espinoso que no logramos dilucidar fácilmente. Es cierto que la tecnología avanza más rápido que la reflexión ética y no digamos la legislación. Pero por eso mismo, urge ponerse a meditar sobre ello.

Desde hace ya algunos años observamos como la descarga desde Internet se va extendiendo de forma imparable. Se nos dice que esto es un perjuicio enorme a una industria y que es una nueva forma de robo.

¿Estamos hablando de robar? La ética tiene sus parámetros propios que aquí se desdibujan. Por ejemplo, desde una óptica utilitarista deberíamos centrarnos en el bien común. Y ahora toca definir este concepto. Unos dirán que de una industria como la audiovisual depende el pan de muchas familias y el trabajo de los artistas que tienen derecho a vivir de su esfuerzo y creatividad. Otros de fijan en los millones de personas que "comparten" (el verbo compartir siempre está cargado de mucha positividad) archivos de música. Y ahorran mucho dinero, pues se hacen con una colección enorme de música y películas gratuitamente.

El que escribe música o literatura, así como el que produce películas no crea un objeto tangible como sí lo hace un escultor o un pintor. Estos paren un original del que se hacen copias, pero las copias siempre serán auténticas copias y el original queda indemne. En música, literatura o cine no existe el original. Un soneto de Quevedo existirá incluso si todas las copias han desaparecido mientras alguien lo tenga en la cabeza.
Por lo tanto el concepto copia admite varios significados y se están usando como si fueran equivalentes. Es preciso recuperar ahora el concepto ejemplar. Cuando compramos Ana Karenina no compramos una copia, compramos un ejemplar y cuando compramos un póster del Guernica de Picasso compramos efectivamente una copia. Por tanto cuando compartimos un archivo y lo dejamos en el ordenador o lo pasamos a un CD no estamos generando una copia sino un ejemplar nuevo. La generación de ejemplares es algo distinto de la mera copia y es algo reñido con el concepto compartir. Se está llamando compartir al hecho de invitar a la generación de nuevos ejemplares de algo, canciones o películas. Y esto, en buena ley, debería llamarse generación masiva e incontrolada de ejemplares de algo. Recordemos que mucha gente se gana la vida fabricando ejemplares para el público. La fabricación y distribución de ejemplares de obras literarias, musicales o de cine está regulada para que este mundo ayude a sostener la sociedad.

Otro factor interviniente es la falta de culpa. No pocos filósofos dirán que el mal es algo inútil de explicar pues todos sabemos reconocerlo. Incluso, en ocasiones, este sentimiento de culpa actúa de forma inconsciente. Sin embargo, ahora es difícil sentir algo cuando la persona perjudicada no está presente, no la conocemos personalmente y finalmente pensamos que le estamos negando unos céntimos a una persona que probablemente es muy rica. Nadie se siente un ladrón cuando baja música de la red. En estas condiciones es preciso tener un fundamento personal ético muy fuerte basado en ideales morales sólo expresables mediante conceptos abstractos.

Kohlberg descubrió que existe una evolución en el pensamiento de la gente de forma que existe una escala de uno a seis. las etapas más elevadas exigen el manejo de conceptos abstractos. Piaget pensaba ingenuamente que todo el mundo alcanzaba este pensamiento abstracto a determinada edad. Pero esto no se ha visto corroborado científicamente. La mayor parte de la población no alcanza este nivel. Y por eso se queda en niveles morales bastante modestos. Esto explica que cientos de miles de personas en Irlanda o País Vasco hayan apoyado masivamente el terrorismo siendo por otra parte personas normales sin tendencias asesinas y que millones de personas no vean porqué deben dejar de bajarse música o películas gratis. Y son gente normal, no son ladrones ni timadores.

Gente con recursos modestos argumenta que el cine o los discos son caros. Esto que pretendía ser una excusa (y nunca una auténtica justificación) era más o menos cierto en el pasado. Hoy ya no lo es. Puedes tener por muy poco dinero todos los discos que quieras gracias a compañías como Spotify y otras. Dejemos de generar ejemplares incontrolados. No se trata ya de poseer ejemplares a mansalva sino de disfrutar de un buen servicio. No se trata de porqué pagar si lo puedes tener gratis. Internet nos ha acostumbrado a los servicios gratuitos, a veces con una presencia abusiva de la publicidad. Internet también sirve para comprar y para obtener servicios. Mantengamos al mundo musical que tanto amamos. Es muy barato además. Aumentemos el nivel moral de la sociedad, pero tampoco nos molestemos en afear en demasía al copiador más o menos compulsivo, pues como ya he explicado no lo va a entender.

Thyrsus me fecit