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domingo, 9 de agosto de 2015

Francisco Guerrero (1528-1599): Extraña muestra d´amar


Extraña muestra d'amar,
que no pudo a más subir
ni el hombre más que pedir
ni Dios tuvo más que dar
Al lugar más encumbrado
do pudo llegar amor
y el punto de más primor,
es transformarse'n lo amado,
Dios en hombre y en manjar,
d'hombres vemos convertir
y así no hay más que pedir,
ni Dios tuvo más que dar.


En 1588 tener 62 años y emprender un azaroso viaje a Palestina podría considerarse algo más que osado. Buena salud debió disfrutar Guerrero para atreverse a emprender este viaje que acabó en captura por piratas berberiscos.
Antes de partir, Guerrero encargó al maestro de capilla de la Catedral de San Marcos de Venecia Gioseffo Zarlino que le revisara su colección de Canciones y Villanescas espirituales que había de publicarse en aquella capital de la música y a la que pertenece esta Extraña muestra de amar.

Hay quien identifica los términos villanesca y villancico y hay quien otorga a la villanesca un origen napolitano. De hecho Guerrero debió conocer las villanescas italianas de Willaert, Nola o Fontana. En España son una rareza pues se trata de obras de tema religioso no en latín sino en lengua vulgar. De hecho, muchas de ellas tuvieron un texto profano que mudó a pío, como por ejemplo la conocida Ojos claros serenos.

Camille Saint Saëns: Calme de Nuits.


Calme des nuits, fraîcheur des soirs,
vaste scintillement des mondes,
grand silence des antres noirs,
vous charmez les âmes profondes.
L’éclat du soleil, la gaieté,
le bruit plaisent aux plus futiles.
Le poète seul est hanté
par l’amour des choses tranquilles.



Calma de las noches, frescor de los atardeceres,
vasto centelleo de los mundos,
gran silencio de los antros negros
encantais las almas profundas.
El brillo del sol, la alegría,
el ruido gustan a los más fútiles.
Sólo el poeta es encantado
por el amor de las cosas tranquilas


Si el silencio y calma de la noche pueden ser puestos en música debería ser comprobado con la escucha de esta pieza impresionista de Saint Saëns (1835-1921). Esta delicadísima pieza de 1882 se considera una de las joyas de su catálogo. Se trata del Opus 68 en donde encontramos puestos en música dos pequeños poemas muy probablemente escritos por él mismo , Calme de Nuits y Les Fleurs et les arbres. Se escribió cuatro años antes de sus dos obras más conocidas, a saber, la Sinfonía con órgano o El Carnaval de los animales y un año después de la definitiva separación de su mujer tras un complicado matrimonio que no pudo continuar tras la muerte de los hijos en trágicas circunstancias.
Plantea con gran sobriedad un canto homofónico con gran imaginación armónica donde las palabras que destaca por hacerlas entrar escalonadamente por las voces son calme, vaste, poète y amour.

Es una primera llamada que pide tranquilidad para el poeta lejos del ruido mundano. Comprendemos entonces la razón que le llevó a apartarse del mundo y vivir retirado las dos últimas décadas de su vida con la única compañía de sus perros.

Juan Vásquez (1500-1560). De los álamos vengo madre.


De los álamos vengo, madre,
de ver cómo los menea el aire.
De los álamos de Sevilla,
De ver a mi linda amiga.
De los álamos vengo, madre,
de ver cómo los menea el aire.

No sabemos mucho sobre su nacimiento, aunque Juan Vasquez debió ver la luz en Badajoz sobre 1500. Vivió siempre de su voz, de sus clases y de su habilidad con el órgano. Admirado por contemporáneos como Guerrero y Morales, cultivó mucho la música profana escribiendo numerosos villancicos como el que hoy nos ocupa, De los álamos vengo madre, en la línea ya marcada por compositores anteriores como Juan del Enzina. Sin embargo, Vasquez no se queda ahí y empieza a evolucionar hacia el madrigal italiano. Puso música a poetas de la época como Garcilaso de la Vega o Gil Vicente.
Esta pequeña pieza tan bien construida y tan evocadora ha tenido una trayectoria larga e inspiradora pues el maestro Joaquín Rodrigo hace su propia versión y Manuel de Falla utiliza su melodía para su Concierto para clave y cinco instrumentos de 1926.

Charles Stanford : The Blue bird. Opus 119, nº3.



The lake lay blue below the hill,
O'er it, as I looked, there flew
Across the waters, cold and still,
A bird whose wings were palest blue.

The sky above was blue at last,
The sky beneath me blue in blue,
A moment, ere the bird had passed,
It caught his image as he flew
.


El lago se extiende azul bajo la colina
Sobre él, cuando miraba, volaba
cruzando las aguas, frío y tranquilo
un pájaro cuyas alas eran azul pálido.

El cielo arriba era azul, al fin,
el cielo bajo mí era azul sobre azul,
Un momento, antes que el pájaro hubiera pasado
captó su imagen mientras volaba


Stanford (1852-1924) estuvo muy ligado a la Universidad de Cambridge toda su vida, primero como alumno y después como profesor. En esta canción recurre a un poema de su coetánea Mary Coleridge titulado The blue bird publicado en 1907, es decir, un año antes de que el Nobel Maurice Maeterlinck publicara su obra de teatro del mismo título (L'Oiseau bleu). 

Esta pequeña y encantadora pieza es muy querida por los coros por su delicadeza y bello planteamiento. Es una de las mejores piezas corales de su autor y no olvidemos que, aunque Stanford cultivó muchas formas musicales, es en la coral donde ha acabado consiguiendo mayor reconocimiento. Así es, sus siete sinfonías, once óperas, etc. están todavía por ser redescubiertas. Su música quedó bastante eclipsada por la obra de Edward Elgar, la gran figura de su tiempo. En las últimas décadas de su vida se sintió relegado en el mundo musical británico y hacia Elgar en particular mantuvo una actitud bastante agria.


William Hawley: Io son la primavera.


Io son la Primavera,
Che lieta, o vaghe donne, a voi ritorno
Col mio bel manto adorno
Per vestir le campagne d'erbe e fiori
E svegliarvi nel cor novelli amori.
A me Zeffiro spira,
A me ride la terra e 'l ciel sereno;
Volan di seno in seno
Gli Amoretti vezzosi a mille mille,
Chi armato di stral, di chi faville.
E voi ancor gioite,
Godete al mio venir tra risi e canti;
Amate i vostri amanti
Or che 'l bel viso amato april v'infiora:
Primavera per voi non torna ognora.



Soy la primavera
Que alegre, o mujeres encantadoras,
vuelve a vosotras
con mi decorado y bello manto para
vestir el campo de verde y flores y
para despertar en vuestros corazones nuevos amores.
Por mi el Céfiro suspira
por mi ríe la tierra y el cielo sereno
Y vuelan de seno en seno
los graciosos amorcillos a miles
armados de flechas y antorchas
Y tú, alégrate de nuevo.
Goza de mi llegada entre risas y canciones
Amad a vuestras amantes
Ahora que abril adorna con flores los rostros amados
Para tí la Primavera no siempre volverá.

Ejemplo de inquietud musical es la de este neoyorquino de 65 años (1950) que ha vivido en un ambiente artístico desde su nacimiento. Le interesa aunar la potencia emocional y espiritual de la música anterior al siglo XX y los avances de la música de vanguardia a la que pertenecen sus maestros. Comenzó como compositor de música instrumental, pero con el tiempo, ha encontrado la profundidad que buscaba en la música vocal y coral. Actualmente se haya trabajando en una Pasión según San Juan y en diversos proyectos discográficos.

Hawley recurre a unos versos del Tasso para esta pieza que fue un encargo del grupo Chanticleer en 1986 y que, por su resultado, pudiera ser considerado un homenaje a Gesualdo. Io son la primavera es una pieza a diez voces que supone un cierto reto de montaje para director y coralistas.


Thomas Weelkes : Sing we at pleasure.

Sing we at pleasure,
Content is our treasure.
Fa la la.
Sweet Love shall keep the ground,
Whilst we his praises sound.
All shepherds in a ring,
Shall dancing ever sing:
Fa la la.

Cantemos con deleite
El placer es nuestro tesoro
Fa la la
Dulce Amor se encargará de las labores
mientras nosotros cantamos sus alabanzas.
Todos los pastores en un círculo
bailando cantarán por siempre
Fa la la


Con Weelkes (1576 1623) entramos en el mejor madrigalismo inglés del XVI. Sing we at pleasure es un “Ballett”, es decir una pieza escrita como si fuera una danza con su característico fa-la-la en el estribillo. Este tipo de canción tiene su origen en el balletto italiano que podía ser tanto instrumental como vocal. Weelkes, buen amigo del gran Thomas Morley, gustaba de pintar las palabras con sugestivas e inusuales armonías y ritmos poco convencionales.

Músico prometedor desde muy joven, fue a los 22 años organista de la Catedral de Winchester, esa que cantaron los de New Vaudeville Band en 1966. Al final de su etapa en esta catedral pertenece el libro de madrigales de 1598 donde se encuentra incluido este gracioso y bello ballett. Es por tanto una obra de juventud escrita antes de sus mejores obras que son ya rebasado el año 1600. Escribió madrigales quizá no tan geniales como los de Morley, pero sí más audaces y originales. Su genio se fue malogrando por sus problemas con el alcohol y su carácter fuerte que le llevó a perder empleos y prestigio.